domingo, junio 04, 2017

Pentecostés, nacimiento de la iglesia católica,apostolica, romana.
Pentecostes
«¿Dónde empezó, pues, la Iglesia?»
«Allí donde el Espíritu Santo descendió del cielo y llenó 
a los ciento veinte discípulos reunidos en un solo lugar
»

(San Agustín)
Hoy, en Pentecostés, festejamos el nacimiento de la Iglesia. ¿Qué significado tiene el término Iglesia, Kirche en idioma alemán?, pues bien “Kirche” proviene del griego “Kyrikon”, que significa “La Casa del Señor”, es el lugar donde nosotros adoramos a Dios. Es también el lugar que se lee en los Salmos: “Temible es este lugar. Esta es la Casa de Dios y la puerta del cielo; su nombre es: Morada de Dios”.
Mas, además trae consigo otro significado en francés y en español, respectivamente: “Eglise” e “Iglesia”. Este significado, entendemos, tiene relación cercana con el de “Kirche”. La palabra latina “Ecclesia” viene del griego que significa “Versammlung der Bürger” reunión, (asamblea) de los ciudadanos, vecinos, particulares o también como “algo elegido”. Esta es la Iglesia, donde esa “reunión” se realiza y por eso podemos también traducir el término Kirche como “Ecclesia” como reunión in “Domus Domini”, en la Casa de Dios, a la Iglesia presente.
Al término “Kirche” entonces, lo usamos nosotros en su sentido de “reunión”, que la voz “Ecclesia” conlleva. Lo que hoy celebramos como día del nacimiento de la Iglesia, es la venida del Espíritu Santo a los Apóstoles y ello con el obsequio del conocimiento, del entendimiento, de la prudencia, de la fortaleza, de la sabiduría, de la piedad y del temor de Dios. Ellos están obligados ahora a que la venida del Espíritu Santo descienda también a las gentes y, a la prédica del Evangelio. La misión de la Iglesia comienza ahora: La redención debe alcanzar al resto de la humanidad. La Iglesia nos trae a nosotros el acontecimiento. Cristo ha redimido con su sangre a la humanidad. Luego de su resurrección, habló también a los apóstoles de su ascensión a los cielos y les dijo: “Id por el mundo y predicad el Evangelio a todas las criaturas quien crea y se bautice, será bienaventurado; quien no crea será condenado” (S. Marcos 16.16) Mas no salieron inmediatamente, consideraban la palabra de Cristo. El en el jueves santo les habla de nuevo de su ascensión a los cielos, esto es “No se aparten de Jerusalén y esperen en ella lo que el Padre ha prometido” (Apóstoles 1.4).
Hoy, en Pentecostés, viene el Espíritu Santo. Hoy comienzan los apóstoles a cumplir con su encargo. “En aquel día recibieron unas tres mil almas en la nueva fe” (Apóstoles 2.41). Aquí se presenta la Iglesia, el Cuerpo Místico de Cristo, lleno del Espíritu Santo dando testimonio de la verdad y llevando la redención a la humanidad. Es la Iglesia donde Cristo ofreció su cuerpo y su sangre para la redención del género humano. “El, desde el primer Pentecostés permanece en la Iglesia Cuerpo Místico de Cristo, es su alma, y conduce y adoctrina y custodia de todo error” (Scott, comentarios sobre el jueves de Pentecostés).
Si dirigimos nuestra mirada hacia ella, hallaremos que la Iglesia debe continuar lo que Cristo ha empezado. Esa es su tarea, cumplir con la voluntad del Padre (S. Juan 4.34). Dar testimonio de la verdad (S. Juan 5.33), ofrecer el sacrificio de Cristo “Haced esto en conmemoración mía” (S. Lucas 22.19) La verdadera vida se consigue mediante la distribución del Sacramento en sus miembros “yo he venido para que tengáis la vida y en abundancia” (S. Juan 10.10)
En Pentecostés, festejamos el cumpleaños no de cualquier iglesia, sino de la Iglesia fundada por Jesús Cristo. La Iglesia es una en la fe, una en la constitución, una en el sacrificio y en sus sacramentos, porque ella es la Iglesia fundada por Jesús Cristo. Y sabemos que Cristo tiene una sola esposa a la cual conocemos. Ella es la Santa Iglesia. Ella santifica sus miembros. Ella enseña solo la verdad en su doctrina, porque ella es señorío del espíritu de verdad, y esa doctrina requiere del perfectísimo abandono del amor. Allí está la santidad. Ella es católica, es decir universal, porque es el único camino que lleva a Dios, el Arca de salvación es para todos los hombres, todos los tiempos y pueblos que a ella quieran entrar. Su apostolado es definitivo. Todo descansa en sus apóstoles y sus sucesores, los obispos, si se sujetan a la misma fe, a la misma doctrina y a los mismos sacramentos que Cristo nos legara. “Cualquiera que os anuncie un Evangelio diferente del que habéis recibido, sea maldito” (Gálatas 1.9). “En el instante en que Jesús fue crucificado, lo fue Dios como nuestro Señor y Mesías” (Apóstoles 2.36). Mas primeramente Pedro negó a Cristo. Pero ahora está lleno del Espíritu Santo, anuncia ahora la verdad. Si la Iglesia deja de anunciar la verdad, deja de ser la Iglesia de Cristo. Nosotros pecaríamos contra el Espíritu Santo, si por ejemplo, afirmáramos que el Espíritu de verdad puede enseñar el error por medio de la Iglesia. “Por los frutos los conoceréis” (S. Mateo 7.20). “Los frutos del Espíritu Santo son caridad, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, longanimidad, mansedumbre, fe, modestia, continencia, castidad”.(Gálatas 5.22). ¿Podremos ser fieles a la fe si estamos faltos de ella?, ¿podremos amar, si el verdadero amor no mora en nuestros corazones?, ¿podremos ser puros si ya no vivimos ni predicamos la moral? En la Iglesia conciliar no se beneficia a la fe, la misma que Jesús Cristo nos reclama, a saber: no hay más infierno, no es necesario el bautismo, no más adoración al Cuerpo de Cristo, no mas misionar para lograr conversiones a la verdadera fe, sino solamente la ayuda social en esta vida terrenal. Ya no hay moral, sino solo la buena vida, el consentimiento a la contracepción, a la homosexualidad, a las relaciones extraconyugales, al trabajo en los días domingos, solo por citar algunos ejemplos. No se observan más los diez mandamientos. Esta Iglesia conciliar no es la verdadera Iglesia, no es ella la Inmaculada Esposa de Cristo, sino que es el Anticristo.
Nosotros debemos permanecer fieles a Cristo. Somos verdaderos cristianos. Nosotros somos la Iglesia o la Comunidad escogida, la Esposa de Cristo, a la cual fielmente Cristo se entregó. (Colosenses 3.18). Mientras estemos nosotros, seremos la Iglesia Católica permaneciendo como miembros del Cuerpo Místico de Cristo.

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